Particularmente
soy partidaria de la verdad, de la honestidad, de la sinceridad, con todas las
consecuencias que esto pueda generar. La relaciones se soportan en la confianza
y esta a su vez está directamente proporcionada a la sensación de seguridad que
tenemos sobre alguna persona, cuánto valor tiene su palabra, qué podemos
esperar de ella.
También es
cierto que no toda verdad debe ser gritada a los cuatros vientos, hay verdades
que no son necesario decirlas y que esto no tiene por qué afectar a nadie.
Hay información que solos nos pertenece a nosotros y sin pretensiones de mentir o engañar, podemos reservarla para nosotros, bien sea porque se trata de nuestros secretos, porque aun siendo verdad, no contribuye, no suma, sino que por el contrario resta y solo hace sentir mal a quien la escuche o sencillamente porque no resulte de interés para la otra persona.
Cuando se
miente y esta mentira, como casi siempre pasa, sale a la luz, hay algo que se
quiebra, que se estalla, la persona que ha sido víctima del engaño, así se
trate de algo minúsculo, sencillamente pierde la confianza, se pone en
duda desde lo más pequeño, hasta lo más grande, incluyendo las palabras más
hermosas, los amores más intensos
De alguna
manera todo lo que hasta el momento en que la mentira es descubierta, que era
tan real, puede verse tan borroso, tan efímero… tan falso.
La confianza se desmorona
Y puede
ser que solo se trate de esa puntual y pequeña mentira, que todo lo demás esté
cargado de solidez, de verdad, de honestidad, pero ese “puede ser” carcome el
alma. Es la duda la que pasa a ocupar predominantemente los espacios ocupados
previamente por amor, por confianza.
Comienzan
las interrogantes, las preguntas retóricas:
¿Por qué? ¿Qué necesidad habría? ¿Qué habrá detrás de esta pequeña mentira? Nadie
miente por mentir… ¿Cuál es la intención? ¿Cómo no lo importó lo que yo pudiese
pensar y sentir?.
Si ha
dicho esto siendo mentira, ¿aquello también ha de ser mentira? En fin, la duda,
la desconfianza, la pérdida del valor de la palabra de quien se ama, una vez
que despiertan es muy difícil ponerlos a dormir nuevamente.
Lo más
saludable para todas las personas involucradas es la verdad, la honestidad,
darle toda la información a alguien para que pueda decidir con propiedad. Sí la
verdad a veces puede doler, pero descubrir una mentira duele el doble y
magnifica el hecho que en principio se quiso ocultar.
Trabajemos
en no perder nuestros afectos, partiendo desde el punto de no hacer algo que
nos exponga a utilizar como recurso la mentira, pero en caso de presentarse
dicha situación, optar siempre por ser honestos, asumir las consecuencias y no
sumar agravantes que nos alejen de nuestros grandes amores.
Vía:
Gutenberg Rock
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