jueves, 23 de marzo de 2017

Confesiones, Olivia Ismael


Debo confesar que no soy una persona muy sentimental, que la mayoría de las demostraciones de cariño de mis contactos (en especial las que pecan de exageradas y dramáticas, al estilo Romeo y Julieta) me producen cierto rechazo, y que no soy de llorar por tonterías, porque mi mente siempre se centra en lo importante e irremediable, restándole importancia a lo demás...

Debo confesar que no tengo los típicos sueños de casarme y de tener hijos, y que en ocasiones fantaseo con viajar sola por el mundo, cargando un corazón repleto de parches y experiencias, porque aunque me llamo rebelde, he amado en más de una oportunidad...

Debo confesar que después de un fracaso estruendoso, desilusionada y confundida, no estaba en mis planes flecharme de un hombre que estuviera tan lejos; que nunca imaginé a alguien tan generoso y tierno, capaz de ponerse en segundo lugar con tal de complacerme; y más que nada, debo admitir que lo que menos pensaba, era llorar por miedo a perderlo alguna vez...

Sinceramente, nadie me tuvo jamás tanta paciencia, ninguno antes me abrazó con su poderosa calidez, y en resumidas cuentas debo reconocer que nunca recibí tanta atención y dulzura, entremezclada con pasión y locura, porque en mis años de vida nunca hallé quien me mirara con tanto amor...

Debo confesar que él puso mi mundo de cabeza con sus acciones, que hablan más de él que todas sus palabras juntas...

En verdad, debo confesar, que el futuro sabe distinto desde que llegó.

Autor: Olivia Ismael

martes, 21 de marzo de 2017

Gracias, ex, Alejandro S.

Me di cuenta que guardas en ti mucho rencor, parece que alguien no quiere pasar página, pues pienso que mientras mantenga en ti odio y rencor no podrás avanzar y superar ese capítulo de tu vida, me di cuenta también que extrañas, aunque le llames "maldito/a" darías todo lo que fuese posible para tenerle cerca, pero tienes que saber que si la vida los juntó así mismo los separó. Hay personas que llegan a nuestra vida simplemente para ser un paso en nosotros, una enseñanza... así termine en odio, en rencor, así queda; solo como un paso y un pequeño viaje. Quiero que dejes de creer en la posibilidad de una nueva oportunidad, pues esas carecen de confianza, lealtad y voluntad. Solo algunas toman la capacidad de iniciar y solo aplica para las personas que la vida quiere ver juntas.

¿Qué le respondería yo a mi ex?

Gracias, gracias por llegar a mi vida, por enseñarme lo que antes no sabia, por quitarme la vendas de los ojos y hacerme sentir que podía, por ser mi cómplice en más de una noche, por ser mi deseo, por ser el amor de vida de momento, por enseñarme que cuando hay amor todo es posible, que cuando hay respeto las cosas son sinceras, gracias por dejarme vestir sus noches con mis letras y por escuchar de mi voz cuanto le amé. Y esto pude decírtelo, pero existe mucho drama cuando se rompen las cosas. Ambos lo sabemos.

También le doy las gracias por irse y romperme, pues me dejó en la mayor vulnerabilidad de mi vida, su adiós se convirtió en un reto, aprendí a estar sin él, y aunque más de una vez cogía mi teléfono para llamarle, colgué, desde su ausencia me enseñó a ser orgulloso, y se abrió la puerta del rencor, pero preferí hacer de mi dolor; letras, creé estacionvespertine y escribí como nunca antes en mi vida. Gracias porque me quito la última venda de mis ojos, esa que me hacia creer que todos son buenos.

Autor: Alejandro S

domingo, 19 de marzo de 2017

Hoy decido..., Bianca de Rey


Hoy decido borrar de mi vida todo aquello que me borra la sonrisa.

No es fácil, pero tampoco es imposible, si bien ya lo he decidido, así tendré que hacerlo.

Hoy he decidido tomar las riendas de mi vida, iniciando con una actitud positiva y eliminando de mi entorno todo aquello que me provoca angustia y ansiedad.
Sé que las cosas de la noche a la mañana no se logran, pero con constancia y mucho coraje, todo se puede consolidar.

Hoy decido dejar de lado a todas esas personas que no me han valorado y aquellas que de mí se han olvidado, para darle cabida a quienes por mi siempre se han preocupado.
Echaré de menos a algunas, sin embargo es necesario soltar para comenzar a crecer y madurar.

Hoy decido no discutir, no forzar, poner todo de mí y siempre decretar, para que las cosas buenas dentro de mi vida fluyan con mucha más facilidad.
Si alguien lleno de negatividad llega a mi vida, no lo haré sentir mal, simplemente lo ignoraré y seguiré mi andar, ya que no tiene nada bueno que ofrecer más que falsedad.

Hoy decido sonreír a las personas que me regalan una sonrisa e incluso a quienes enfadas van, puedo hacer que por un segundo su día se ilumine igual.
¿Y si me ignoran? Si lo hacen, en mí no está, no puedo hacer que todas las personas me devuelvan una sonrisa, pero al menos mi entrecejo se relajo.

Hoy decido ser amable con mi alrededor y tomar lo bueno de las personas que conmigo están. No todos tienen algo bueno que ofrecer, pero sé que hasta de lo malo, yo puedo aprender.

Hoy decido alimentar mi alma y corazón, dejar a un lado la tristeza y el desamor. Si alguien en su momento no me valoró y de mi se burló, sé que la vida hará su labor y a mí me brindará mucho amor.

Hoy decido, desde el fondo de mi alma, mente y corazón, eliminar todo lo que me hace mal y pueda borrar de mí…
Excepto mi hermosa sonrisa que al mundo puede enamorar.


Autor: Bianca de Rey

miércoles, 15 de marzo de 2017

“¡No tengo tiempo!”, Karyna Anguiano

No tengo tiempo para tus pendejadas, para tu falta de querer, para tus puñetadas, para tus berrinches, para que la hagas de pedo, para andar aguantándote tus niñerías.

Me causa un conflicto enorme saber que cuando tuve todo el tiempo del mundo no estabas ahí chingándome que querías hablar conmigo o qué me extrañabas, pero ahora que sabes que estoy ocupada ahí vienes reclamando tiempo y espacio para ti.

Entiende que no eres lo único que tengo en mente, entiende que si me place te mandaré a la verga porque al chile me tienes harta, te quiero pero deja de estar chingando.

¿Por qué te cuesta tanto trabajo dejarme vivir bajo mi tiempo y espacio?

Solías ser una persona a la que yo admiraba, por tener los pies sobre la tierra, que sus ideales sobre la vida eran altos y empataban con mis pensamientos de perfección de cómo se debía de vivir. 

Dicen que entre más se alejan de uno, uno ve los defectos de esa persona… aunque la ames y quieras muchísimo. 

Te diré que me tiene harta que seas tan “superficial”, que te estés volviendo tan “equis” cuando antes tenías en mente cosas interesantes que querías realizar. 

En fin, no te regalaré mi tiempo porque me tienes hasta la madre, no te daré mis palabras porque aún así harás lo que se te de tu puta gana, así que vete y no vengas con que no te dije o yo no sabía. 

“Mi tiempo no se lo regalo a personas con pensamiento mediocre, mi tiempo es para personas que lo saben valorar”.

Autor: Karyna Anguiano

martes, 14 de marzo de 2017

Paciencia, Coco


Tendré paciencia, porque veo un futuro a tu lado, porque sé que venceremos lo que tan difícil nos parece, que saltaremos cada obstáculo y llegaremos juntos a la meta, nuestra meta.

Tendré paciencia porque no voy a rendirme, porque quiero hacerte feliz, y hacer a un lado lo que no es importante, alejar lo que intenta hacernos daño.

Tendré paciencia porque lo mereces, mereces alguien que entienda cada una de tus metas, que te ayude a lograrlas y que a aún viéndote fallar permanezca ahí, a lado tuyo, diciéndote que no te rindas, que sigas adelante, que sabe que puedes y que confía en ti.
Tendré paciencia porque lo que nos espera vencerá todo el dolor que ahora sentimos, porque podremos estar juntos, tomados de la mano, amándonos con intensidad, teniéndonos el uno al otro.

Tendré paciencia porque dos seres que encajan perfectamente merecen la pena, porque existe una sencilla razón que lo resume todo.
Seré paciente, porque te amo.

Autor: Coco

lunes, 13 de marzo de 2017

Me fallé, Michelle Cepeda

Soy una pendeja,
porque me enamoré.
Enloquecí.
Grité.
Lloré.
Salté.

Todo por un hombre que tenía dueña.
Y eso me hace ser una pendeja.

No me hare la víctima,
desde un principio lo supe
pero ¡mierda!

Nunca había mirado
unos ojos como los tuyos, 
una sonrisa tan torcida
y un porte tan excitante.

Nunca había conocido,
un alma tan noble,
alguien tan fuerte,
una esencia tan atrayente.

Hermoso por fuera y más por dentro.

Para mí,
el hombre perfecto.

Y sí,
me aproveché
de tu forma de mirarme y tratarme,
de mi juventud,
de mi extraña forma de ser
y mi inteligencia.

Yo necesitaba
probarte,
besarte,
tocarte,
absorberte,
atraparte.

Y lo logré
pero a la vez fallé.

Había salido con otros hombres antes de ti,
nunca me había enamorado
¿por qué de ti, si lo haría?

Y ahí estuvo el fallo,
en ningún momento contemplé
que tus besos me robarían el aliento,
que tus abrazos me darían calor,
que tu voz tocaría cada fibra de mi ser
y que tus caricias me enchinarían la piel.

Nunca pensé que al estar entre tus brazos
me olvidaría de mí misma,
de mis problemas,
de nuestra mala situación.

Nunca imaginé que al mirar tus ojos me olvidaría
de cómo hablar,
cómo renegar,
cómo respirar...

Pero lo que nunca pasó por mi mente fue que te irías,
que me partirías en dos,
que me destrozarías,
que mi corazón se iría contigo,
que ella sería mejor que yo.

Autor: Michelle Cepeda

domingo, 12 de marzo de 2017

¿Por qué no?, Gibran Rivera


Estoy cansado de relaciones a medias, de pláticas aburridas, de amores rápidos, de condiciones entre parejas, ¿por qué no estar juntos y ser libres?, es decir, porque alguien no decide tomar riesgos con otra persona, sin condiciones, sin discusiones, simplemente, estar unidos, confiar y poder ser todo lo que desean, dos personas que cumplen sus metas, que entregan su tiempo a lo que aman y a su vez, se entregan tiempo entre sí.

¿Por qué no dejarnos llevar por lo que sentimos?, estamos tan programados al fracaso y a las decepciones que cuando algo bueno nos puede pasar, lo tiramos y pasamos de ello, no nos detenemos a experimentarlo, ¿y qué importa si fracasamos?, estamos destinados a eso, pero nadie nos explica que entre fracaso y fracaso, que entre lección y lección, siempre hay algo bueno, que entre cada decepción amorosa que tenemos pasa por nuestra vida alguien increíble, pero no nos detenemos a observar, a disfrutar, tomamos lo que necesitamos de la persona y lo dejamos, seguimos y culpamos al destino por amores tan rápidos y hay que estar muy loco para estar conforme con ello.

Deberíamos hacerlo, dejarnos llevar, dejar que esas relaciones den frutos, de amar sin condición, de poder disfrutar cada momento que una persona nos pueda dar, pero estar con personas que deseen estar, que no quieran marcharse después de ver todo en ti, alguien que en verdad decida quedarse, así sean años, pero que hagan de ellos los mejores, porque estamos hartos de amores fugaces, vacíos, aquellos que nos dejan sin nada.

Autor: Gibran Rivera

sábado, 11 de marzo de 2017

Punto final, Cristina Peri Rossi

"Cuando nos conocimos, ella me dijo: “Te doy el punto final. Es un punto muy valioso, no lo pierdas. Consérvalo, para usarlo en el momento oportuno. Es lo mejor que puedo darte y lo hago porque me mereces confianza. Espero que no me defraudes”.
Durante mucho tiempo, tuve el punto final en el bolsillo. Mezclado con las monedas y las llaves, se ensuciaba un poco; además, éramos tan felices que pensé que nunca habría de usarlo. Entonces compré un estuche seguro y allí lo guardé.
Los días transcurrían venturosos. Por la mañana nos despertábamos alegres, dichosos de estar juntos; cada jornada se abría como un vasto mundo desconocido, lleno de sorpresas a descubrir. Las cosas familiares dejaron de serlo y otras, como los parques y los lagos, se volvieron acogedoras, maternales. Recorríamos las calles observando cosas que los demás no veían y los aromas, los colores, las luces, el tiempo y el espacio eran más intensos. Nuestra percepción se había agudizado, como bajo los efectos de una poderosa droga. Pero no estábamos ebrios, sino sutiles y serenos, dotados de una rara capacidad para armonizar con el mundo...Teníamos con nuestros sentidos una singular melodía que respetaba el orden del exterior, sin sujetarse a él.
Con la felicidad, olvidé el estuche, o lo perdí, inadvertidamente. No puedo saberlo.
Ahora que la dicha terminó, no encuentro el punto final por ningún lado. Esto crea conflictos y rencores suplementarios.
¿Dónde lo guardaste?, me pregunta ella, indignada. ¿Qué esperas para usarlo? No demores más, de lo contrario, todo lo anterior perderá belleza y sentido.
Busco en los armarios, en los cajones, en el forro de los sillones, debajo de la mesa y de la cama. Pero el punto no está; tampoco el estuche. Mi búsqueda se ha vuelto tensa, obsesiva. Es posible que lo haya extraviado en alguno de nuestros momentos felices. No está en la sala, ni en el dormitorio. ¿El perro se lo habrá comido?.
Su ausencia aumenta nuestra desdicha de manera dolorosa. En tanto el punto no aparezca, estamos encadenados el uno al otro, y esos eslabones están hechos de rencor, apatía, vergüenza y odio. Debemos conformarnos con seguir así, desechando la posibilidad de una nueva vida...
Nuestras noches son penosas, compartiendo la misma habitación, donde el resquemor tiene la estatura de una pared y asfixia, como un vapor malsano. Tiñe los muebles, los armarios, los libros dispersos por el suelo. Discutimos por cualquier cosa, aunque los dos sabemos que en el fondo, se trata de la desaparición del punto, del cual ella me responsabiliza. Creo que a veces sospecha que en realidad lo tengo, escondido, para vengarme de ella.
“No debí confiar en ti – se reprocha -. Debí imaginar que me traicionarías.”
Era un estuche de plata, largo. Lo compré en un mercado de artículos viejos. Me pareció el lugar más adecuado para guardarlo. El punto estaba allí, redondo, minúsculo, bien acomodado. Pero pasaron muchos años. Es posible que se extraviara durante una mudanza, o quizás alguien lo robó, pensando que era valioso.
Luego de buscarlo en vano casi todo el día, me voy de casa, para no encontrar su mirada de reproche, su voz de odio. Toda nuestra felicidad anterior ha desaparecido, y sería inútil pensar que volverá. Pero tampoco podemos separarnos. Ese punto huidizo nos liga, nos ata, nos llena de rencor y de fastidio, va devorando uno a uno los días anteriores, los que fueron hermosos.
Sólo espero que en algún momento aparezca, por azar, extraviado en un bolsillo, confundido con los otros objetos. Entonces será un gordo, enlutado, sucio y polvoriento punto final, fuera de tiempo"...

Autor: Cristina Peri Rossi

viernes, 10 de marzo de 2017

¿Recuerdas?, Hueles a lluvia

¿Recuerdas la primera vez que salimos juntos? 
Después de mucho tiempo de siempre estar dándote pretextos para no salir contigo. 
¡Qué mal estaba! Literal, no sabía lo que me estaba perdiendo… 
Me perdía de todas esas cosas lindas a tu lado, porque me decía a mí misma, ¿cómo para qué salir con él sino estoy interesada? 
Pero al final terminé aceptando tus invitaciones gracias a tu insistencia, he de recalcar que en verdad lo agradezco mucho. Solo así pude conocer realmente a ese muchacho que me fue ganando de a poquito. Podría decirse comenzó a suceder desde nuestra primera salida, en la que me divertí horrores, ya no recordaba la última vez que me habían hecho reír así con anterioridad, tuvimos una excelente química al momento de tratarnos. Al fin había encontrado a alguien que me comprendía, que cada vez se me hacía más interesante. Conforme se iban dando las salidas yo me iba enganchando más, porque contigo el mundo se tornaba diferente, todo era de otro modo, puras risas y diversión. El compartir momentos, las carcajadas juntos por cualquier tontería sin sentido brindándome la vitalidad que me hacia falta, la que me llenaba de alegría. No existe poder humano que me quite la sonrisa tierna, esa que tú me pones. 

Y es que a pesar de mis mil y un intentos en alejarme al pensar que entre tú y yo no podría haber futuro alguno, siempre hay algo que me hace volver a ti. Algo que me dice que eres tú, quien siempre termina buscándome, y por desgracia siempre me encuentra…. No hay manera que te aleje de mí, y no es que no pueda, porque de poder, claro que puedo, solo es cuestión de tener el suficiente valor y proponérmelo, pero es que no quiero, no quiero alejarte de mí, ¿cómo podría? si ya te has vuelvo parte importante de mi vida. Convivir contigo día con día, escucharte, ser tus "buenos días y tus buenas noches"; hacen que mi existencia se vuelva más bonita. Solo tú tienes el poder para que mi corazón pegue un vuelco de emoción, cada que lee ese “Te estoy esperando" cuando vas por mi al trabajo… Me tienes vuelta loca de amor, como una adolescente. Si supieras exactamente todo lo que causas. Y es que siendo realistas ¿quién querría alejar a la persona que vuelve su vida más bonita? Nadie, obvio. Y yo no seré la excepción en ese aspecto, yo lo que quiero es estar contigo, porque estando a tu lado, no me hace falta nada, ni nadie más.

Autor: Hueles a lluvia 

jueves, 9 de marzo de 2017

Cuando no eres la mujer de la que la gente se enamora, Candela Duato

Me tomó bastante tiempo darme cuenta de la razón. Y era bastante simple, casi para reírse.

Me han repetido una y otra vez que el amor verdadero debería de ser mi prioridad número uno en la vida. Me he visto condicionada a aceptar y creer que debo experimentar este amor, pero que todavía no estoy lista para ello. Todo con la esperanza de que llegue alguien que me diga las palabras mágicas.

Nunca he experimentado lo que se siente cuando una persona te confiesa su amor eterno. No es que nunca me haya enamorado. Es más, me he enamoré hasta la última fibra de mi ser. Pero nunca nadie se ha enamorado de mí. Nunca me ha pasado que alguien haya hecho algo tan romántico para mí, que haga que tiemble.

Me tomó bastante tiempo darme cuenta de la razón. Tal y como explica Harnidh Kaur, la razón por la que esto sucede es bastante simple, casi para reírse: Nadie se ha enamorado de mí porque no soy el tipo de mujer de la que te enamoras.

Soy complicada. No puedes simplemente tomar mi amor y empaparte de él. No, también tú tendrás que ceder, y eso te costará. Puede que decidas marcharte de mi lado porque encontraste a una chica que te satisface en vez de una mujer que te haga pensar.

No soy esa mujer a la que tienes que proteger, porque no soy tan frágil como para romperme. Estoy endurecida. Tengo cicatrices de batalla que quizás se parezcan a las tuyas. Y no me avergüenzo de ellas. Son mías y son parte de mi historia.

Sí, probablemente sea esa mujer que respetas, o esa mujer a la que admiras. O la mujer que te gustaría encontrar en casa cuando llegues del trabajo. La mujer que buscas cuando necesitas fuerza y apoyo, pero no soy la mujer de la que te enamoras. No soy la chica con la que quieres pasar horas simplemente mirándola. Esa chica que es tan delicada, que te dan ganas de pelear contra el mundo por ella. No. Soy fuerte, tozuda y peleona. No voy caminar detrás de ti, voy a caminar contigo. Voy a empujarte tanto -o más- de lo que me empujo a mí misma.

No soy la mujer de la que te enamoras, soy esa mujer a la que aprendes a amar. Y me siento bien con eso, porque sé que, el día que alguien me diga que está enamorado de mí, será real. Será un amor por el que valga la pena luchar.

Y eso es lo que todos merecemos.

Autor: Candela Duato

martes, 7 de marzo de 2017

Un amor verdadero, Autor desconocido

"Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno, sufrió un infarto y cayó. Mi padre la levantó como pudo y, casi a rastras, la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar semáforos, la condujo hasta el hospital.

Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no lloró.

Esa noche, sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia, recordamos hermosas anécdotas y él pidió a mi hermano, teólogo, que le dijera donde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, y de conjeturas de cómo y dónde estaría ella.

Mi padre escuchaba con atención. De pronto pidió que lo lleváramos al cementerio.

"¡Papá!", respondimos, "¡son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora!".

Alzó la voz, y con una mirada vidriosa dijo:

"No discutan conmigo, por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".

Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador. Con una linterna llegamos a la tumba. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos, que veíamos la escena conmovidos:

"Fueron 55 años... ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer".

Hizo una pausa, y se limpió la cara. "Ella y yo, estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo...", continuó. "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... Hijos, ahora se ha ido, y estoy contento, ¿saben por qué?

Porque se fue antes que yo. Ella no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me hubiera gustado que sufriera...".

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado en lágrimas. Lo abrazamos, y él nos consoló: "Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día".

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el sexo, más bien se vincula al trabajo, al complemento, al cuidado y, sobre todo, al verdadero amor que se profesan dos personas realmente comprometidas".


Autor desconocido

Yo tuve, Claudia Morales

Yo tuve un príncipe azul
que desteñía en la cama,
un Don Juan que me olvidaba
siete veces por semana.

Una cita que me dio
en el bar de los olvidos,
a la que nunca llegué,
a la que él no habrá ido.

Un ladrón que me robaba
el aliento y la razón,
margaritas que fallaban
y un trébol de cotillón.

Un zapato de cristal,
un ratón y calabazas,
un cuento que andaba mal
(Cenicienta no se casa).
Un infierno con tormentas,
un fuego que se apagaba,
entre el hueco de sus piernas
cuando él lo deseaba.

Un corazón resistente
que se rompió en mil pedazos,
el afán de un improbable,
el más hermoso fracaso.

Una ilusión de los martes
que hasta el miércoles duró,
un noviazgo que empezaba
pero antes se terminó.

Tuve un amante de a ratos
(uno que no sabe amar),
fabricante de mentiras
y excusas para guardar.

Tuve un dios algunas noches
que un día no encontré más,
tuve un deseo hecho hombre
y tuve "nunca" y "jamás".
Tuve todo que perder,
tuve un "tú", un "yo, "los otros",
tuve nada por ganar,
pero me faltó un "nosotros".

Una moneda estropeada,
con la cruz a cada lado,
una suerte mala suerte,
un mañana malogrado.

Un flechazo de ficción
que sólo duró segundos,
un galán de folletín
que pulverizó mi mundo.

Tuve un amor imposible,
un sueño que se frustró.
hijos que nunca vinieron
y un Romeo de cartón.

Yo tenía un paraíso...
y ahora tengo un mal de amor.

Autor: Claudia Morales

lunes, 6 de marzo de 2017

Para el hombre que huyó de mi vida, Iliana Cobian

Un día antes del caos, habías charlado conmigo como siempre, habías dicho un ‘te amo’ de buenas noches, y yo, había caído dormida tranquilamente, imaginándome ser la mujer de tu vida.

No había noche que no repasara mi vida a tu lado, cada minuto lo relacionaba contigo, eras el hombre definitivo para mí.

Suerte la mía aquella mañana donde recibí tu mensaje, porque sí, ni la cara pudiste darme.

En aquel mensaje decías que no podías mas con la relación. "Que yo era una gran mujer, pero no era la tuya; que me deseabas lo mejor", ¿pero qué carajos?, lo mejor eras tú.

Me llené de rabia y tratando de no tirar el celular al piso, junto a todas mis ilusiones, te respondí con el odio que jamás había sentido antes, te dije que no quería saber más de ti, que eras un cobarde, poco hombre, que había dado todo de mí, como nunca antes. Te dije que eras un hombre que no sabía valorar el amor puro que te entregaba, con el cólera apoderándose de mí, en pocas palabras te dije que te fueras a la mierdx.

Lo sabes, ese día maldije tu nombre y a tu futura descendencia, te envié al infierno y deseaba que no regresaras más.

Pero a las horas… en mi interior seguía amándote y me sentía estúpida, ¿cómo voy a amar a quién me desprecia? ¡Soy una idiota! me decía cada que recordaba las veces que te escuchaba decir ‘te amo’. ¿Desde cuándo lo dejaste de sentir y mentías?...
Jamás lo supe. 

Me nuble días, semanas y meses. Me puse gris, me sentí lastimada. Descuide mi aspecto físico, mi pelo era un desastre, como en ese momento sentía que lo era mi vida. Pasaba noches sin dormir, mis ojeras llevaban tu desgraciado nombre, los recuerdos perforaban mi cerebro, sumándole aún la negación de que lo nuestro había terminado.

Viví un infierno cuando te fuiste. Pero ese mismo infierno me cocino un nuevo cuerpo, me desinfecto de los errores que cometí contigo, forjo a una mujer más sabia y sobre todo me hizo entender lo equivocada que vivía por querer aferrarme a quién no quería ser más mi compañero.

Hoy te agradezco, en donde quiera que estés, el que me hayas dejado aquel día, si no lo hubieras hecho, no hubiera conocido lo fuerte que soy, ni hubiera alimentado mis talentos y ser lo que hoy me enorgullece.

Autor: Iliana Cobian

domingo, 5 de marzo de 2017

Me enamoré, World Among Books


Me enamoré de ella, de su sonrisa. Porque me importaba una mierda lo que pasara si ella estaba sonriendo. Y me enamoré de su boca, de cada palabra. Me gustaba incluso cuando se enfadaba y ponía morritos deseando que fuera por detrás y la cogiera para no soltarla; y ojalá no la hubiera soltado nunca. Me enamoré, joder, pero ya no me cuesta decirlo. Porque me enamoré de sus ojos, ¿y qué me importa que no sean de un color especial?. Me enamoré de sus ataques de éxtasis, de cuando cantaba bajito porque estaba feliz, pero no quería que la escuchara. De cuando me abrazaba fuerte porque decía que tenía miedo de perderme, cuando me apretaba porque solo yo sabía que era entonces cuando tenía que quererla más que nunca. Me enamoré de lo lista que era y de lo tonta que se ponía a veces, incluso de cuando fingía serlo. De cuando me insultaba porque era así como ella disfrazaba las palabras bonitas, y eso solo lo sabía yo. De sus abrazos y aún, a veces, echo en falta alguno. De cómo se tapaba la boca cuando la veía comer, de cuando se tapaba la cara cuando decía que estaba fea y yo no podía dejar de mirarla, quizás porque para mí, fuera como fuera, siempre estaba preciosa. De eso me enamoré, de lo bueno y de lo malo. De sus ganas de estar conmigo, pero también de su orgullo, porque cuando creía que iba a perderme del todo, se lo tragaba. Qué inocente, si yo era el que perdía la cabeza por ella. Joder, me gustaba. Me gustaba cuando rodeaba mi cuello y jugaba a estar a dos centímetros de mi boca sin besarme, solo para ver quién aguantaba más sin hacerlo. De sus prisas, de sus ganas de tenerlo todo siempre controlado, y de la voz que ponía cuando le desmontaba todos sus planes, como si de repente volviese a tener cinco años. De su vergüenza y de lo nerviosa que se ponía a la mínima. De cómo temblaba, de cómo era capaz de calmarme. Me enamoré. Me enamoré de su risa, por muy fea que dijera que estaba cuando lo hacía. Nunca se lo dije, y aún hay veces que recuerdo su risa y la extraño. Por eso y sus “Te quiero” que tanto le cuesta decir. ¿Es que no lo entiendes? Me enamoré de cómo era, de cómo hacía lo mismo que todo el mundo y a la vez conseguía ser diferente, no sé. Su forma de quererme. Que ella creía que no me daba cuenta, pero sé que me quería, por mucho que le doliera demostrarlo. La quería, con sus más y con sus menos. Con sus idas y venidas, con su mal humor, con su facilidad intermitente de sus mensajes en los que decía que me echaba de menos. De todas las conversaciones, incluso de las que borré cuando acabó todo. De sus intentos de ponerme celoso y de lo celosa que se ponía cuando me veía con otra. Nunca le entró en la cabeza que ella era única. De todas las canciones, de su voz y de su olor, que siempre aparece cada cierto tiempo para recordarme que sigo sin ella. De su forma de ser, de cómo me pedía que me fuera porque creía que la pasaría mejor sin ella. De sus venazos, cuando le daba por recordarme lo importante que era para ella y de sus “cállate” cuando la imitaba con voz ridícula. De cómo se burlaba de todas esas cosas cursis, incluso de su nombre escrito en mis cuadernos. De la cara que ponía cuando me metía con ella y le daba el triple de importancia solo para que le pidiera perdón un par de veces. Me gustaba su intento de cuidarme aunque, sinceramente, me gustaba mucho más cuando era ella la que se sentía protegida a mi lado. De nuestros mil momentos y bueno, de ellos sigo enamorado. Es que por gustar, me gustaban hasta sus ojeras que le aparecían cuando se quedaba hablando conmigo hasta las tantas. De su cabello encrespado cuando llovía, de su voz en formato susurro cuando hablábamos por teléfono desde la cama y no quería que sus padres la escucharan, de cómo corría cada vez que llegaba tarde por mi culpa. De sus besos, aunque siempre quisiera más. Ahora ya es solo un recuerdo, pero es un recuerdo que prometí no olvidar. Duele ver cómo alguien que un día fue tu vida, deja de formar parte de ella; pero duele más ser la persona que decide que así sea. Ella era la pieza perfecta de mi rompecabezas, pero después de un tiempo me dio la impresión de que pertenecíamos a dos puzzles diferentes. Pero cuánto la echo de menos, y cuánto daría por volver a tenerla a mi lado. Por romper sus esquemas y convencerla de que quizás a mi lado no se está tan mal.

Autor: World Among Books

sábado, 4 de marzo de 2017

La princesa busca marido, Jorge Bucay

Había una vez una princesa, que quería encontrar un esposo digno de ella, que la amase verdaderamente. Para lo cual puso una condición: elegiría marido entre todos los que fueran capaces de estar 365 días al lado del muro del palacio donde ella vivía, sin separarse ni un solo día.

Se presentaron centenares, miles de pretendientes a la corona real. Pero claro al primer frío la mitad se fue, cuando empezaron los calores se fue la mitad de la otra mitad, cuando empezaron a gastarse los cojines y se terminó la comida, la mitad de la mitad de la mitad, también se fue. Habían empezado el primero de enero, cuando entró diciembre, empezaron de nuevo los fríos, y solamente quedó un joven. Todos los demás se habían ido, cansados, aburridos, pensando que ningún amor valía la pena. Solamente éste joven que había adorado a la princesa desde siempre, estaba allí, anclado en esa pared y ese muro, esperando pacientemente que pasaran los 365 días.

La princesa que había despreciado a todos, cuando vio que este muchacho se quedaba empezó a mirarlo, pensando, que quizás ese hombre la quisiera de verdad. Lo había espiado en Octubre, había pasado frente a él en Noviembre, y en Diciembre, disfrazada de campesina le había dejado un poco de agua y un poco de comida, le había visto los ojos y se había dado cuenta de su mirada sincera.

Entonces le había dicho al rey:

- Padre creo que finalmente vas a tener un casamiento, y que por fin vas a tener nietos, este es el hombre que de verdad me quiere.

El rey se había puesto contento y comenzó a prepararlo todo. La ceremonia, el banquete e incluso, le hizo saber al joven, a través de la guardia, que el primero de Enero, cuando se cumplieran los 365 días, lo esperaba en el palacio porque quería hablar con él. Todo estaba preparado, el pueblo estaba contento, todo el mundo esperaba ansiosamente el primero de Enero. El 31 de Diciembre, el día después de haber pasado las 364 noches y los 365 días allí, el joven se levantó del muro y se marchó. Fue hasta su casa y fue a ver a su madre, y ésta le dijo:

- Hijo querías tanto a la princesa, estuviste allí 364 noches, 365 días y el último día te fuiste. ¿Qué pasó?, ¿No pudiste aguantar un día más?

Y el hijo contestó:

- ¿Sabes madre? Me enteré que me había visto, me enteré que me había elegido, me enteré que le había dicho a su padre que se iba a casar conmigo y, a pesar de eso, no fue capaz de evitarme una sola noche de dolor, pudiendo hacerlo, no me evitó una sola noche de sufrimiento.

Alguien que no es capaz de evitarte una noche de sufrimiento no merece de mi amor, ¿verdad madre?


Autor: Jorge Bucay

viernes, 3 de marzo de 2017

¿Y tú, cuántos años tienes?, Enric Sánchez

De las preguntas más absurdas que nos pueden hacer en la vida es qué edad tenemos. Porque no, nos da ninguna pista de a quién tenemos delante. Yo la verdad es que no lo sé. Ni me importa.
Porque lo importante no es cuantos años tenemos, sino en cuántos de ellos hemos vivido.
Yo prefiero decir que tengo:

42 miradas que me han hecho sonreír y un par que me desnudaron el alma.
Tengo 2 “Te quiero” suicidas que dije sabiendo que quien tenía delante no me quería a mí.
También tengo 14 abrazos inolvidables, 3 de ellos irrepetibles porque quien me los dio ya no está.
Tengo unos 35 “Lo siento” de los cuales 3 jamás me perdonaron.
Tengo 6 noches de hospital al lado de alguien que me importaba y 7 madrugadas pensando en una persona a quien no le importaba yo. Tengo unos 5.200 besos, pero solo me acuerdo de 6.
Tengo 4 veranos que fueron infinitos y 3 inviernos demasiado fríos. Y solos. Y tristes.
Tengo 25 noches sin dormir y algunas lágrimas gastadas en cosas que no importaban.
También tengo 4 lágrimas muy amargas invertidas en algo que merecía llorar durante años.
Tengo 10 carcajadas de esas que hacen que te falte el aire y 105 sonrisas por compromiso.
Tengo 9 deseos de infancia que nunca cumplí.
Tengo 3 consejos recibidos que entendí mucho tiempo después.
Tengo unas 5 camas donde me acosté sin querer estar y 1 donde hubiera matado por despertar.
Tengo 5 errores que volvería a cometer y 2 de los que me arrepiento mucho, aunque solo un poco.
Tengo miles de cenas, pero pocas como aquellas 3.
Y tengo 43 escalofríos que me han recorrido el cuerpo entero.
120 conciertos, 350 películas… y no soy capaz de contar las canciones.
Tengo 31 tardes en un parque viendo la vida pasar con mis amigos.
Y 500 tardes más recordándolas unos años después.
Tengo 5 adioses. En dos de ellos nunca quise despedirme en realidad.
Tengo 1 solo Dios el cual nunca me ha fallado.
Tengo tantas cosas por decir que nunca diré y tantas que me tendría que haber callado.
Para quién quiera saberlo, esa es mi edad.
Y no tengo ni puta idea en cuántos años cabe todo eso.

Autor: Enric Sánchez

jueves, 2 de marzo de 2017

Los lunares de tu espalda, La chica de Alhehí

Tenía la espalda tatuada de lunares, y yo... bueno, yo disfrutaba contándolos durante toda la noche.
Yo jugaba con sus lunares uniéndolos en una línea. 
Ella decía que no era justo tener que encariñarse de gente que más tarde o más temprano va a desaparecer.
Yo la miraba con ternura como si la mujer que me follé anoche hubiera amanecido como una niña pequeña a la que le han quitado su juguete favorito. 
Todo el mundo acaba marchándose, ella decía que cada vez que alguien desaparecía dejaba rastro en su piel y que cada lunar no son más que puntos de las personas que han ido pasando por su vida. 
Ella decía que la vida es una línea y que la línea está hecha de diminutos puntos, como un abrir y cerrar de ojos. 
Yo la miré, y la vi llena de lunares que fui besando uno a uno. Tenía uno justo detrás de la rodilla que con rozarlo le daba la risa. Otro justo debajo del lagrimal del ojo, también tenía uno debajo del pecho. Y tenía otro justo debajo del ombligo, ese aun duele, susurraba mientras lo besaba.
Somos puntos en la vida de algún alguien lleno de lunares.
Ella sabía que todo acaba desapareciendo. Primero duele, para qué vamos a mentir, pero después ves ese lunar que te trae recuerdos, recuerdos de tiempos que en tu memoria parecen presentes y ahí es cuando por fin ves el punto que formará parte de la línea de tu vida. 
Yo acabaré desapareciendo de su vida, y aparecerá un nuevo lunar. No sé cuánto tardará, tal vez un año, tal vez siete o quizá treinta. Pero cuando aparezca en su espalda o en su pequeña cintura solo podré darle las gracias por dejarme formar parte de esos puntos suspensivos.

Autor: La chica de Alhehí, (invictaverba)

miércoles, 1 de marzo de 2017

¿...Y qué tal si me perdono?, Male Capetillo

Me he sentado a tomar un café conmigo misma frente al espejo y me descubrí alzándome la ceja como siempre, entonces me dije a mi misma que ya estuvo bueno de ser tan dura a veces y que deberíamos probar, simplemente, perdonarme... Me perdono por dejarme en último lugar infinidad de veces, me perdono por hacerme pedazos para completar a otros, me perdono por no tener tiempo para mí, me perdono por no hacerme caso y tropezar con el mismo obstáculo una y mil veces, me perdono por poner mi salud como un pendiente y no como una prioridad, me perdono por haber hablado de más, me perdono por haberme callado, me perdono por confundir resignación con tolerancia, me perdono no gastar en mí lo que sin reparo gasto en alguien más que a veces no lo merece, me perdono por mentirme, me perdono por no verme al espejo más seguido, me perdono por no ser más amable conmigo misma, me perdono por no tenerme paciencia ni tener constancia, me perdono por ser tan ruda cuando se trata de mí, me perdono no encajar en un molde, me perdono por no permitirme muchas cosas, me perdono por no disfrutar de otras tantas,

me perdono por no valorar los momentos que valen la pena y darme cuenta muy tarde... ... Mi misma, me dije, debemos aprender a soltar, a dejar ir, a perdonar... Debemos hacer frente común contra el mundo que no está en nuestra contra, simplemente es el mundo y la gente es gente, con lo bueno y con lo malo, a veces solo estamos parados en el camino equivocado con alguien que viene a todo pulmón y nos arrasa sin miramientos... No hay explicaciones ni justificaciones... Es así, sucede... Mi misma, sabes, necesito tu apapacho, tu abrazo, tu complicidad, he aquí el trato... Menos reproches y más amor... Menos revivir el momento y más perdón... ¿Y si me perdono? Ampliamente y de verdad, sin echarme en cara después mi errores, sin pensar en un problema toda la noche, sin sentir un punzada con un recuerdo corrupto cruzándonos la mente... ...¿Y si me perdono mis errores y pasado? Si, me perdono, si me acepto y me corrijo, si me acomodo las piezas si me reseteo la memoria y el corazón... ¡Sí me perdono!

Autor: Male Capetillo Cabrera