No voy a ser yo.
No podré ser yo quien te bese la espalda,
Quien te salve la vida,
Quien llegue justo a tiempo.
No cantarás conmigo en la bañera,
Y tampoco bailarás de mi mano en un concierto,
Seguramente
no me verás reír.
La mujer del bar del centro,
la del cabello dorado,
a la que digas “te quiero,
y quiero siempre a mi lado”,
la mujer que te enderece,
Esa no voy a ser yo.
Porque siento en los nudillos,
En la carne que aún escuece,
En cada rincón de piel
el amor que un día me hicieron,
y después me deshicieron
como fuego en el papel.
No quedó ningún hotel sin sus huellas dactilares,
pero quedé yo, trabada,
impregnada en sus lunares,
como la equis en un mapa
que al final nadie buscó.
No tendría por qué decirlo,
pero yo sería ese error
que, probablemente,
no termines de echarte en cara nunca.
Y entiende que no es tu culpa.
Me trató mal el amor.
Que aquello que nos unió
te lleve a nuevos lugares.
Espero que la encuentres
(o te encuentre ella a ti antes).
Que a su lado los instantes
sean un poco más felices,
que luche con tus días grises
y no te abrace a destiempo.
Que escribir
nunca
jamás
llegue a ser su pasatiempo.
Ojalá, cariño, no se parezca a mí.
Porque yo también
me canso de romperte,
y alejarnos es, a veces,
la manera más valiente
de acabar con un incendio.
La chica del bar del centro,
la del cabello dorado,
a la que digas “te quiero,
y quiero siempre a mi lado”,
la chica que llegue a tiempo,
esa no voy a ser yo.
Habrá alguien más que te cuide,
que te deshaga el dolor,
y que cada vez que dudes,
te bese y te lo confirme.
Por lo mientras tendré yo
mucho de qué arrepentirme.
Pero tú no te preocupes:
Ella será suficiente.
Los bares jamás te mienten,
y estará hecha a tu medida.
Cuando empieces a quererla
por favor no me lo digas.
Autor: Estefanía Mitre
sublime
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